Bulimia nerviosa

Trastorno de alimentación de la bulimia nerviosa

Bulimia nerviosa

Este trastorno se caracteriza por la realización de atracones recurrentes. El atracón consiste en la ingesta de una gran cantidad de alimentos en un corto periodo de tiempo. Para impedir ganar peso tras el atracón, la persona utiliza distintos mecanismos como la provocación del vómito, la utilización de laxantes y diuréticos, ayuno, y ejercicio excesivo.

Los síntomas más comunes de la bulimia son:

  • Preocupación obsesiva por la comida, con deseos irresistibles e incontrolables de comer, haciéndolo de forma voraz en un corto periodo de tiempo y generalmente a escondidas
  • Peso normal o ligero sobrepeso
  • Vómitos autoprovocados
  • Menstruación irregular
  • Abuso de laxantes, diuréticos, enemas u otros fármacos  

Todo ello puede provocar en la persona una serie de consecuencias: lesiones en las manos debidas a la provocación del vómito, diarreas y vómitos incontrolables, oscilaciones en el peso, depresión, amenazas de suicidio, obsesión por la comida, baja autoestima y aislamiento social.

 

¿Cómo prevenir la anorexia y la bulimia?


Dado que este tipo de problemas se dan con más frecuencia en la adolescencia y la juventud, el papel de la familia es fundamental en la prevención, detección y tratamiento de la enfermedad.

No debemos limitarnos a observar los comportamientos de nuestros hijos ante la comida sino preocuparnos por los aspectos de su vida que pueden estar resultándoles difíciles. Es importante dejar que expresen sus sentimientos negativos, para que así no lo tengan que hacer por medio de la comida.

También tenemos que aprender a valorarnos por cualidades distintas al físico, como la empatía, generosidad, habilidades sociales y desarrollar un sentido crítico a los mensajes enviados por los medios de comunicación.

 

¿Cómo actuar una vez detectado el problema?


Si creemos que un hijo, un familiar o un amigo está padeciendo un trastorno de este tipo, lo mejor que podemos hacer es hablarlo directamente con él. Sería normal que a la persona afectada le costara hablar del tema, o incluso que llegue a negar su problema.

Por ello, debemos intentar ponernos en su lugar y tratar de entender cuáles son sus miedos y preocupaciones y nunca culparle por lo que le está ocurriendo. Intentaremos entonces convencerle de la conveniencia de acudir a un profesional que le ayudará a superar su enfermedad.

Si detectamos el trastorno en nosotros mismos, debemos buscar ayuda cuanto antes para evitar que los síntomas puedan cronificarse o generalizarse.